Como un niño con zapatos nuevos. Así se sintió el seguidor del Espanyol en la inauguración de su nuevo estadio, en Cornellà de Llobregat, en un día histórico que mezcló recuerdos del viejo estadio de Sarrià con la ilusión de disfrutar por fin de un campo propio, doce años después del traslado forzoso al Olímpico de Montjuic.